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Fórmula Entrerriana: Su época de oro.

La Fórmula Entrerriana, fue sin dudas, la categoría zonal de monopostos con mayor convocatoria, que hubo en el interior, a tal punto que los...

sábado, 30 de mayo de 2009

Entre Ríos, el milagro del automovilismo.

Uno de los méritos atribuibles a la Mecánica Argentina puede ser el de cuidar de una mística con olor a campo.

El apego por los monoplazas se encuentra en las raíces del automovilismo primitivo, que fue muy del gusto chacarero, y generó sucesivas expresiones de carácter mecánico.

Bien mirado, el caso se descubre que, históricamente, la difusión automovilística en el país empezó con el empleo de coches sin capot.

Aún en los largos rallies como fueron los primeros grandes premios que unían Córdoba con Buenos Aires, los autos usaban techos de quita y pon.

Los fotógrafos de la edad del magnesio y la cobertura sobre el trípode, que era negra como una sotana, recogieron aquellas bellezas inmortalizando a las baquets.

Pues bien, en tales biplazas, descapotables, se fundamentaría la línea genética de los primeros coches Sport o Especiales.

En el campo se adentró la llamada Mecánica Nacional, mucho más que el Turismo Carretera, cuyo manipuleo se efectuó desde la Capital Federal, vigilando el cumplimiento de ciertas normas de seguridad impuestas por la autoridad para tolerar las pruebas en ruta.

La carrocería acorazada -el techo duro- fue uno de tales requisitos, incorporados a la fisonomía del TC.

La ley de los chacareros construyó lo que podríamos definir como automovilismo casero.

El procreado con sabor a fiesta compartida, sí algunas veces llegó a tener matices de reñidero y alcanzó a producir encontronazos fuertes.

Ese automovilismo se practica In Situ (en el lugar), a diferencia de otras categorías, que caracteriza una condición ambulatoria, en tránsito de pasada por el lugar.

PREFERENCIAS.

Afincarse es echar raíz, crear hogar, fundar familia. Un acto civilizador, que toma una posesión y procede a fecundarla.

Los nietos de gringo prefirieron las carreras con autos de un solo asiento.

La Mecánica Nacional fue un poco eso, prolongación sustituta del caballo.

Los pioneros copiaron con ingenuidad al midget.

Las vegas del litoral y las sementeras plantas del granero del mundo, florecieron en centenares de apellidos, que le dieron recio a la zapatilla de soga, cuando no al pié desnudo, en ese laberinto medio oscuro y misterioso que es una pedalera para los neófitos, también hubo la pléyade de los ingeniosos, Niemiz en Paraná, Martini en Marcos Juarez, Pián en Las Rosas, Emiliozzi en Olavarría. No se autodefinían constructores: sencillamente eran constructores.

A ese grupo de gente raza escogida para marcar rumbos, porque sabe callar a tiempo y no desanimarse, pertenece Jorge Alberto Ravasi.

Cuarenta y cinco años atrás a fresa y pulgar, amén de algún grabadito que miraba para entonarse, sacó su primer auto de carrera, para meterlo entre los Ford “T” entrerrianos.

Se bautizó "La Chatita" y en su largo peregrinar por las pistas de tierra, ganó y fue superado, pero no vencido. Ravasi se afincó en la ciudad de Colón- pago adoptivo- y allí se prolongó en familia.

Por ahí surgieron un par de mellizos, los Scolamieri, que agruparon a los dispersos, sosegaron a los revoltosos y entusiastas y a los indiferentes.

DEVOCIÓN POR LA FÓRMULA.

Cuando los Ford T ensayaban el fúnebre canto del cisne, listos para extinguirse, Raúl y Alcides Scolamieri fundaron lo que entonces se conocía como Fórmula Entrerriana.

La gran fortuna de la Fórmula Entrerriana es su cristalina devoción por la verdad.

Técnicamente se orientó hacia la modestia, dejando de lado los oropeles exitistas del ruido grande.

La idea de tener hijos sanos y fuertes dictó cierta generosidad a la hora de redactar el reglamento.

El tope de cilindrada fue de 1.625 cc, la defensa para fortificar las zonas expuestas permite disponer de un plus de 50 kilos, se la manejaba con cuatro cambios en la caja y se utilizaban, únicamente neumáticos de uso común.

Este es un aspecto del realismo que nutre a la Fórmula Entrerriana, que fue creada para que la corra todos los que quieran, y cuantos más mejor.

Por eso y por su excepcional moralidad en los procedimientos, la categoría fue metiéndose en la vida de la gente.

Su calendario, en aquellas épocas, aseguraba más de veinte carreras. Si, leyó bien, más de veinte carreras (en 1973, hubo 23 con puntos y 2 sin puntos).

Familias enteras se trasladaban hasta 300 kilómetros para testimoniarse al crédito local, el fervor de una adhesión en la que iba implícito un mensaje de todos para todos.

Cada reunión agrupaba un gran número de participantes (en 1974, en el Gran Premio Coronación, que se corrió en el circuito de concepción del Uruguay, hubo 62 pilotos habilitados para tomar parte de la prueba, de los cuales clasificaron 54).

Aquella Fórmula Entrerriana se propulsaba con motores IKA, Peugeot, Dodge, Fiat 128, Renault, Fiat 125.

En cada campeonato se instuía el Gran Premio Coronación y los autódromos lugareños pujaban por adjudicarse la jornada extra. Se consideraba una honra para el pueblo entero que lo conseguía.

Lo notable es que las ofertas se referían a quién otorga más premios a los corredores.

En el año 1976, un 21 de noviembre para ser más preciso, el Auto Club de la ciudad de Gualeguaychú copó la parada con 438 millones de nacionales.

Un año después, en la histórica Concepción del Uruguay, un 4 de diciembre, ganó la licitación invirtiendo la suma de un mil seiscientos diez millones de pesos viejos. El ganador de aquellos Coronación fue Héctor "Tino" Niemiz.

Para las estrellas del firmamento nacional que corren en TC, TC 2000, Top Race o TN, que nunca le tomaron el olor a un premio de esta magnitud, el milagro del automovilismo se vivió en la provincia de Entre Ríos. ¿O no?.

FUENTE: ALBERTO ZAPATA (EL DIARIO DE PARANÁ).
ILUSTRACIÓN: ALBERTO GUERRERO.

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